Dicen los necios que el amor lo es todo
y nada existe sin su aliento cerca.
Falso, la vida es un millón de versos
que te contemplan.
Hay mil historias que se esconden siempre
entre los ángulos del arpa oscura.
Ellas quisieran encontrar la mano
que las descubra.
Cuántas estrofas morirán sin padre,
cantos de humor o de pasiones bajas,
o de política, de historia antigua,
o de esperanza.
Ven, se merecen jardineros nuevos
las flores secas del jardín prohibido.
Hoy son Cupido y la terrible Venus
sus asesinos.
Por defender la libertad de tus iguales,
por las mujeres y los hombres espartanos,
por preservar su condición de ciudadanos,
por toda Grecia y sus costumbres ancestrales.
Te has enfrentado a los terribles inmortales
y a los dictados de los éforos tiranos
sin más ayuda que unas pocas fuertes manos
ante un ejército infinito de rivales.
Dicen los sabios, los guardianes de la historia,
que doblegaste, con tu muerte, la amenaza
de mil naciones que conforman el imperio.
Todos los persas reconocen tu victoria:
que las Termópilas cerraron su tenaza
en un abismo convertido en cementerio.
Cuando me encuentre la nada
y me devore el silencio
me vestiré de poeta
con mis mejores arreglos
que si la vida es teatro
exige un final soberbio.
Cuando me envuelva el vacío
entre sus brazos de hielo
y de mis labios azules
se escape el último beso
le miraré cara a cara
y le diré “te comprendo”.
Cuando la noche más larga
me invite a soñar su sueño
y mi familia visite
mi cuerpo frío en el lecho
me escaparé de la cárcel
y me uniré al universo.
A mis amigos les pido
con humildad y respeto
que sobre el mármol no escriban
una oración, sino un ruego.
“Si vienes a despedirte
no llores, que estoy durmiendo”.
La libra es como el viento que sopla en primavera,
la brisa de los cruces de todos los senderos.
Comparten la premura que alienta a los viajeros,
y saben que la vida se escapa y nunca espera.
Les duele la injusticia, la ley cuando es severa,
la ausencia de castigo a tantos bandoleros.
Se fijan en detalles pequeños y certeros
que nadie más ha visto, que nadie considera.
Jamás verás amigo que escuche más cercano
y entienda sin palabras, tu mal y tus dolores.
Parecen una fuente de paz y de alegría.
Se sienten responsables de todo ser humano,
y a veces les angustia sus ínfimos errores.
Son Venus encarnada, buscando la armonía.
Maldito relojero que, en tu mano,
las partes del cronómetro dispones
formando un artilugio de tensiones
diabólico con piezas de mecano.
Maquinas con escrúpulo artesano,
siguiendo tus designios y patrones,
fragmentos de ese puzzle de aflicciones
que forman lo que vuelve al hombre humano.
Al cabo del camino espera el juez
y, mientras, la clepsidra mana lenta
con hieles que resbalan por los años.
Maldigo las cadenas de vejez
que ciernes como fúnebre tormenta
riéndote de todos nuestros daños.
Al monstruo no le aplacan, regalos ni bombones.
El monstruo se propone que bajes la cabeza,
que dobles las rodillas, que pierdas la entereza.
Tan sólo le alimenta tu sangre a borbotones.
Nosotros pretendemos vencerle con canciones,
con mesas de partidos, indultos o tibieza,
y con equidistancias, respeto y gentileza,
con limpias alianzas de civilizaciones.
El monstruo espera y ríe oculto en su escondrijo,
pues somos sus más fieles amigos y secuaces.
Con gozo se relame; la presa se suicida.
Parece que busquemos su afecto y su cobijo
y no nos damos cuenta, pues somos incapaces,
que, si no combatimos, nos quitará la vida.
Yo soy el elegido milenario,
el hombre bendecido con mil dones,
el que seducirá los corazones
con su discurso amable, humanitario.
Al acercarse el fin del calendario,
en la reunión de todas las naciones,
compartirán mi canto y mis razones;
mi rumbo urgente, bello y necesario.
Leed con atención las escrituras;
veréis mi signo en todos los gobiernos.
Temedme nuevamente, porque existo.
Abandonad al Dios de las alturas
cuando escuchéis la voz de los infiernos:
yo soy el rey del mundo, el Anticristo.
