Observo la montaña
allá en el horizonte:
un símbolo de aplomo y poderío.
El porte nos engaña;
tu rostro es un desmonte
que oculta el laberinto del vacío.
Hay muchos animales
que viven en tu suelo
e ignoran tu presencia y tu tristeza.
Pequeños manantiales
de lágrimas de hielo
irrigan el forraje y la maleza.
No escucho tus reproches,
censuras tus lamentos
y muestras un semblante siempre fuerte.
Tan sólo por las noches
distingo entre los vientos
el grito del silencio de tu muerte.
Hendida por centellas,
resecas tus raíces,
a nadie te parece que le incumba.
Tu rostro muestra huellas
de ancianas cicatrices
pues sabes que tan sólo eres tu tumba.
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