Te grito ¡libertad! y no me callo.
Repudio tu igualdad uniformada.
No busco compasión en tu mirada,
ni temo cometer mi propio fallo.
Tu esclavo no seré, ni tu vasallo.
Te escupo, Leviatán, y a tu camada.
Intentas convertir mi vida en nada
calzándome un ronzal como al caballo.
Si unimos la pasión a las razones,
la furia y malestar a las ideas,
la sólida virtud a nuestro acervo
podremos derribar con mil canciones
tu hipócrita actitud aunque no creas
que somos tu señor y no tu siervo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario