orgullo de Wisconsin, la joya del condado,
el corazón de un mundo más fino y elegante
parece un mausoleo vacío y desolado.
No corre la pequeña Muriel por la cocina,
tampoco los gemelos se esconden a fumar.
En el salón de baile no toca Colombina
el arpa de su abuela, matriarca del hogar.
No hay fiestas de etiqueta con música italiana
que muestren el poder de su fortuna inmensa.
Aquel bastión del dólar en solo una semana
se convirtió en un triste recuerdo de la prensa.
¡Qué tiempos de Ley Seca! Los años del dinero,
felices años veinte. Bendita absurda ley.
Quien supo aprovecharse, como el Signore Piero,
pasó de ser don nadie a convertirse en rey.
Llegado en los ochenta con toda su familia
Pierino supo pronto volverse americano.
A veces añoraba su casa de Sicilia,
la viña, los amigos, sus noches de verano.
Don Piero y sus hermanos con mano despiadada
forjaron un imperio, se hicieron sus señores.
Llegaron hasta el trono saliendo de la nada,
comprando policías, fiscales, senadores.
El nunca quiso ser un hombre muy violento
mas era imprescindible que se mostrara fuerte.
A quien le traicionaba: zapatos de cemento.
La falta de respeto se paga con la muerte.
Cuando en el treinta y tres cesó la Prohibición
se desató la guerra de bandas al instante.
No se salvó ninguno y el viejo caserón
fue la mansión final de la familia Dante.
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