Ven a mí con tus ánimos de entierro,
con tu lúgubre túnica enlutada.
Abre mi puerta, pasa a mi morada,
hogar de un ser dramático y gamberro.
Conozco tu dolor, conozco el mío.
Abrázalo al igual que los abrazo,
te envolverá mi sombra como un lazo
y reirás igual que yo me río.
Me río de lo mío y de lo tuyo
de quien se piensa poderoso y fuerte,
del mundo, de la vida y de la muerte,
me río de los hombres y su orgullo.
Ven a mí, no me temas, me conoces
que soy la voz que siempre has anhelado
de libertad envuelta de pecado.
Me escuchas bajo el resto de las voces.
Te piensas vulnerable y eres hierro,
más fuerte que yo mismo en mi armadura.
Jamás rechaces nunca tu locura
y ven a mi aun con ánimos de entierro.
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