en un jardín de muros marfileños.
Eran ardientes, frágiles y bellas,
tan frágiles y bellas como sueños.
La fantasía pura me fascina;
la encuentro agazapada en cualquier parte,
desde los templos de la antigua China
a la futura capital de Marte.
Bebí de los licores de Darío,
viví los versos trágicos de Nervo.
Su modernismo dijo “ya eres mío”
y tuve que admitir que soy su siervo.
Aquellos que no tienen cicatrices
ignoran que la vida nunca espera
y cometí el mayor de los deslices
que pudo perpetrar jamás cualquiera.
Se alzó mi espíritu y huyó del mundo,
buscó la magia, la ilusión perdida.
La musa me hizo libre y vagabundo
y a cambio sólo me pidió la vida.
Al cabo ¿qué es la vida? solo huellas
de heridas de dolor, amor y empeños;
si soy aquel que cultivaba estrellas
en un jardín de muros marfileños.
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