Inmolas tus legumbres en la hoguera
mirándolas con aire impertinente
y el Cielo te rechaza la simiente.
La escasa ofrenda no se ve sincera.
Tu hermano ofrece su mejor ternera
a Dios, que se la acepta sonriente.
La envidia se apodera de tu mente;
decides golpearle hasta que muera.
"¿Acaso soy custodio de mi hermano?",
respondes al Señor con inocencia
y escondes la quijada de pollino.
"Su sangre clama al cielo. Por villano
maldigo eternamente tu existencia,
¡que portes la señal del asesino!"
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