Amémonos bendita,
y tú también Clotilde,
que soy un hombre humilde
esclavo de Afrodita.
Amémonos, Benita,
Gustava, Bonifacia,
que no hay mayor desgracia
que un mundo sin amor.
¿Acaso no es mejor
amar sin suspicacia?
Te quiero a ti, Facunda,
hermana de Cecilia,
que toda tu familia
(incluso Segismunda,
tu prima vagabunda)
es digna de querer.
Yo quiero a la mujer,
ya sea flaca, gorda,
velluda o medio sorda.
¡Amar es un placer!
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