La llamaban sirena y era un hada errabunda
que nació entre las hojas venenosas del tejo.Era líquida y fuego como el néctar añejo
que se cría en La Mancha más agreste y profunda.
Y era agreste, profunda, poderosa, valiente,
heredera de letras inmortales y austeras
de la vieja Castilla, la matriarca de fieras
y amorosas lecciones que han curtido a su gente.
La llamaban sirena y era un duende del viento,
una diosa pequeña con olor a tomillo.
Un espíritu puro, inocente, sencillo
que surcaba las nubes sin parar un momento.
No te engañe su risa, su profundo dulzor.
A quien llaman sirena no se dobla al chantaje.
Tiene el alma de loba, noble, fuerte, salvaje
y es capaz de tragarte de un mordisco de amor.
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