puros, inocentes, de sabor azul,
letras que no sangran, gestos de consuelo,
frases transparentes como seda y tul.
Yo no tengo, amigo, nada que ofrecerte,
sólo sufrimiento y sinceridad.
Llevo en las entrañas sólo fuego, muerte,
magia, fantasía, pena y libertad.
Todas mis mentiras son también verdades,
como dentelladas en tu propia piel.
Quiero que te duelan como tempestades,
como duele el golpe frío del cincel.
Sí, cincel, no escondo que no escribo a pluma.
No soy un rapsoda, soy un escultor
y mi roca es alma, labro sobre espuma
y, con cada esquirla, purgo mi dolor.
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