Ese río de aguas negras,
oleosas, subterráneas,
implacables, ciegas, turbias,
melancólicas, amargas,
se derrama como sangre
de una herida que no sana
y su estruendo se parece
a un puñetazo de lágrimas,
un lamento oscuro y líquido,
un recuerdo hecho de lava,
una pesadilla informe,
grotesca como la rabia.
No permitas que me asome
y me refleje en sus aguas,
ni beba de la ponzoña
que envenena, asfixia y mata.
Ese fango de emociones
reprimidas en el alma
me conoce, me recuerda,
lanza su tela de araña,
es tan terrible y hermoso,
que siento cómo me llama...
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