gobernada por viejos archimagos oscuros,
donde toda inocencia se consume y marchita,
No hay bondad ni esperanza tras sus lúgubres muros.
En un pozo de angustia y maldad infinita,
con grilletes forjados por perversos conjuros,
una virgen que llora y un arcángel que grita
son fatal sacrificio a los dioses impuros.
Bienvenido a la patria de las almas errantes,
la ciudad-laberinto empedrada de huesos,
donde todo es posible con un pacto infernal;
donde el sol nunca alcanza con sus dedos brillantes
y las nubes de azufre, como gélidos besos,
te susurran pecados más siniestros que el Mal.
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