Existe un duende que toca
con profundo sentimiento
concentrado en su instrumento,
una flauta de rubí.
Su música vuela y le envuelve
en un abrazo brillante,
celosa como una amante
que lo atrapa para sí.
Parece un manto de espinas
hecho de plata sonora.
Él sigue tocando y llora
ajeno a la realidad.
Nadie consigue tocarte,
no pares duende maldito
que tu música es un grito
ciego por la soledad.
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