Ayúdame, que siento que el silencio
me está llamando a gritos a la puerta.
Aunque me veas fuerte,
en esta tarde puede que me venza
y acuda a su consuelo,
entre sus brazos gélidos de seda
hasta el final del tiempo,
cuando la noche eterna
derrame su licor de fuego y sombra
y, en sombra y fuego, yo también me vuelva.
Ayúdame, si puedes,
que escucho susurrar en mi cabeza
su triste y dulce música,
la tentación oscura, la promesa
cobarde y poderosa, como un mar
sin olas, bajo un cielo sin estrellas.
El crimen más prohibido,
la más terrible apuesta,
un salto interminable
a la profundidades de la amnesia.
Ayuda, amigo mío,
se encuentra cerca, cada vez más cerca.
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