Hoy quisiera dormir y ojalá no despierte. La vigilia está llena de engañosos colores, de mentiras, combates, ambiciones, rencores, sufrimiento, violencia, frustraciones y muerte.
En mis sueños dibujo sobre un lienzo infinito el hogar moribundo de los dioses paganos, un millón de horizontes de universos lejanos, y la magia del fuego destructor y bendito.
Cuando duerma quisiera que la niebla me arrastre como un río de sombras cegador y siniestro. El señor de la noche es mi amigo y maestro; le divierte el exceso, la tragedia, el desastre.
Hoy quisiera dormir con un sueño profundo, envolverme de escarcha, asfixiar el dolor, que la gente pregunte ¿dónde está el narrador? y que nadie descubra mi lugar en el mundo.
¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la Aurora! Arcángel de alas negras que nunca tiembla o llora, el hijo de la aurora y príncipe del sol. Te rezo por que acudas, serpiente retorcida, a rescatar mi vida Me rindo a tu control.
A ti, señor maldito por culpa del orgullo, me ofrezco todo tuyo te doy mi libertad. Aléjame de todo, volemos juntos lejos. Detrás de los espejos existe otra verdad.
Me dormiré despacio entre tus manos frías que arrastrarán las mías hacia el anochecer. Empújame, en el sueño, al atrayente abismo que todo da lo mismo. Me dejaré caer.
Escondida en el cajón donde guardo la nostalgia encontré la vieja pluma; todavía me esperaba despiadada, dura y fría como el filo de una espada. Hay momentos que parece, más que pluma, ser guadaña y su tinta es una mezcla que contiene sangre y lágrimas. Compañera de mi vida tristemente abandonada hoy he vuelto a recogerte necesito tus palabras, que las mías no me salen. Tengo herida la garganta por los gritos de dolor silenciados tras la máscara.